jueves, 27 de diciembre de 2012

Julio César Tuesta Vela


Apuntes de diversos temas que pueden incluir experiencias personales, actualidad nacional e internacional, comercio exterior, economía, fútbol, ciencia y tecnología, deportes, viajes y en general todo aquello que pueda ser de interés.

:: Creación Blog: 31 Enero 2012 ::

Peruanos y amigos del Mundo.

Me es grato dirigirme a todos Ustedes como en esta ocasión de las fiestas de fin de año, cuando las familias se reúnen en la intimidad del hogar. Para nosotros la familia constituye la piedra básica de nuestro País. En los umbrales del hogar quedan las ficciones y las hipocresías del mundo para entrar en el templo de la verdad y de la sinceridad. No en vano sobre la fortaleza de los hogares se ha levantado nuestra mejor Historia. Al correr de los años, nuestra Nación ha sido, más que una suma de individuos, una suma de hogares, de familias con un apellido común, con sus generaciones y jerarquías naturales y sagradas, con la solidaridad que mueve a unos en servicio y ayuda de los otros y que hace sentir con más fuerza que si fueran propias las desgracias o los sufrimientos de los demás. Por la elevación de sentimientos que el orden familiar entraña, por la solidaridad del común destino, por la red de efectos y tradiciones acumulados al correr de los años, que de padres a hijos se transmiten con la antorcha del deber, de los honores, del trabajo o del sacrificio, no sólo es semejante lo que puede establecerse entre la familia y la Patria, sino que la familia constituye un modelo, un arquetipo para nuestro País.

Tengo la satisfacción personal de introducirme en vuestra intimidad familiar para rogarles que pidamos a Dios, como yo lo hago en este día, para que nuestro País alcance la cohesión, el espíritu y la fuerza indestructible de los hogares cristianos y de las tradiciones familiares Peruanas. Que seamos leales y sinceros dentro de nuestro País, como lo somos en nuestro reducto familiar.


La mayoría de los males que el mundo padece proceden precisamente de haberse ido destruyendo los principios cristianos de la vida familiar, sobre los que la existencia de las naciones se asentaba. Menoscabada la familia y socavado, el sólido cimiento, forzosamente había de derrumbarse el edificio. ¿Cómo puede extrañarnos el egoísmo, la falta de caridad del hombre frente al hombre, si hemos venido destruyendo lo que de excelso y divino en el hombre existía? ¿Cómo podemos aspirar a la fraternidad humana si, destruida la paz cristiana de nuestros hogares, se fomentan las divisiones entre vecinos y se estimula y se da estado a las escisiones en los estamentos de nuestro País? ¿Qué justicia puede existir entre los hombres cuando los instintos y las pasiones constituyen la base de la sociedad moderna, contradiciendo las virtudes indispensables para que la justicia resplandezca? ¿Qué justicia puede lograrse sin rectitud de conciencia y sin decálogo? ¿Qué importa que se proclamen derechos y libertades, si las virtudes, la rectitud, la equidad y los respetos humanos faltan tanto, en los encargados de garantizarlos como en los propios usuarios?

El destino de un País está inexorablemente ligado a la virtud o a los vicios de su pueblo; no sólo porque no es posible levantar una nación donde falte el cimiento de su célula básica, sino porque por encima de apariencias y de situaciones eventuales, existe una suprema voluntad que en su inescrutable justicia derrama las bendiciones o las tribulaciones sobre los pueblos.

Si las virtudes cristianas de los hogares alcanzan tanta trascendencia para la vida y el porvenir de toda la Nación, también el gobierno y la marcha de la Nación tienen una honda repercusión sobre la vida intima de nuestros hogares; no en vano la Patria es como una gran nave en que todos nos encontramos embarcados y que nos hace participes de sus desgraciados derroteros.

Es preciso respetar la dignidad humana, en especial la de los más pobres, indefensos y débiles, poniendo los bienes de la creación al servicio de la humanidad y no simplemente de unos pocos privilegiados económicamente. Porque si no lo hacemos así, es cuando aparecen las injusticias, los sufrimientos, las desigualdades, y las diferencias, que suelen derivar en conflictos sociales y, en última instancia, en guerras, producto de la envidia, la codicia, la injusticia, y el resentimiento.

Las primeras comunidades cristianas y las que viven el mensaje actualmente de forma activa, compartían y comparten incondicionalmente todo lo que tienen y lo ponen a disposición de los más desfavorecidos, de una u otra forma. Sólo así la paz, que es el fruto de la justicia, puede reinar entre los seres humanos. Es decir, cuando los bienes de Dios llegan a todos los seres humanos.

Jesús vino al mundo para traer un mensaje de paz, pero ésta empieza en el corazón de cada individuo y en el respeto a los demás. De esta forma, cuidando la naturaleza, la creación, y el plan de Dios para el hombre, que vemos en la figura de Jesús, podemos acercarnos a la paz. Alejarse de ese concepto, es alejarse de la paz. Lo vemos diariamente en todas partes, con un mundo convulsionado por las guerras.



Nos encontramos otra vez ante un fín de Año y nuestro Balance es más que Positivo. 

Terminamos un 2012 en el que se trabajo mucho y se creció aun más pero como siempre nos queda mucho por hacer.
Que Dios depare a todos Ustedes un feliz Año Nuevo, en paz con nuestra conciencia y con nuestros prójimos, y en atenta espera hacía los afanes y trabajos del año 2013 que comienza. 

¡Arriba Perú.!